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As we celebrate the Labor Day holiday, a time dedicated to celebrating the contributions of workers to society, it's essential to pause and reflect on the profound significance of work in our lives. Work, often seen as a means to an end, holds a deeper value that aligns with our human dignity and the very act of creation itself. I’m only going to scratch surface of my interest in this topic here that began with reading a book call The Mass Is Never Ended: Rediscovering Our Mission to Transform the World.  Bishop Barron recently published a video entitles “A Theology of Work” which motivated me to write about work today.

From the earliest pages of the Bible, we see that work is intertwined with the fabric of human existence. As Bishop Barron points out in his video, the Book of Genesis narrates how God placed Adam in the Garden of Eden "to till it and keep it." This act of tending to and cultivating the garden signifies humanity's role as co-creators with God, responsible for nurturing and enhancing the world around us. The act of work itself is a reflection of our divine image, a participation in God's creative power.

Bishop Barron emphasizes that work is not solely a product or a punishment of the Fall but an intrinsic part of our human identity. Through work, we engage our creativity, intellect, and physical abilities to bring about positive changes in the world. Just as God does not compete with us but invites us to participate in His creativity, our work becomes a channel through which we collaborate with God's ongoing creation. Even the Holy Mass references work when we are called to “go forth, the Mass is ended” whereas we must go and all that we do is to be weaved into the building up of God’s Kingdom.  In essence, work becomes a vehicle for sanctification, elevating the ordinary to the extraordinary.

Catholic Social Teaching has long championed the rights and dignity of workers. Pope Leo XIII's encyclical "Rerum Novarum" addressed the exploitation of workers in the midst of the Industrial Revolution, advocating for just wages, humane working conditions, and the formation of labor unions. The church's emphasis on subsidiarity and local control extends beyond politics, permeating into the economic realm. This perspective values the individual worker's contribution and emphasizes the importance of fostering a sense of community within the workplace.

Prominent figures in the Catholic tradition, Dorothy Day and St. Josemaria Escriva, offer insights into the spiritual dimension of work. Dorothy Day's journey from radical sympathies to Catholicism highlights the church's commitment to defending workers' rights while rejecting the extremes of ideologies. On the other hand, St. Josemaria Escriva's Opus Dei emphasizes sanctifying ordinary life, including work, as a means to encounter God. Both perspectives emphasize the integration of faith and work, allowing us to find God's presence even in the most mundane tasks.

As we commemorate Labor Day, let us reflect on the gift of work as a fundamental aspect of our human nature and a means to glorify God. Bishop Barron's insights, intertwined with Catholic Social Teaching and the experiences of figures like Dorothy Day and St. Josemaria Escriva, remind us that work is not merely a way to earn a living but a way to fulfill our divine calling as co-creators and sanctifiers of the world. May we approach our work with a renewed sense of purpose and see it as an opportunity to bring about positive change and encounter the sacred in the everyday.

By Ricardo Valdez, Director of Evangelization

El Regalo del Trabajo: Reflexionando sobre el Día del Trabajo y la Enseñanza Católica

Mientras celebramos el feriado del Día del Trabajo, un momento dedicado a honrar las contribuciones de los trabajadores a la sociedad, es esencial detenernos y reflexionar sobre el profundo significado del trabajo en nuestras vidas. El trabajo, a menudo visto como un medio para un fin, posee un valor más profundo que se alinea con nuestra dignidad humana y el propio acto de la creación. Solo arañaré la superficie de mi interés en este tema aquí, que comenzó con la lectura de un libro llamado "La Misa Nunca Termina: Redescubriendo Nuestra Misión para Transformar el Mundo". El obispo Barron publicó recientemente un video titulado "Una Teología del Trabajo", que me motivó a escribir sobre el trabajo hoy.

Desde las primeras páginas de la Biblia, podemos ver que el trabajo está entrelazado en la tela misma de la existencia humana. Como señala el obispo Barron en su video, el Libro del Génesis narra cómo Dios puso a Adán en el Jardín del Edén "para que lo labrara y lo cuidara". Este acto de cuidar y cultivar el jardín significa el papel de la humanidad como co-creadores con Dios, responsables de nutrir y mejorar el mundo que nos rodea. El acto de trabajar en sí mismo es un reflejo de nuestra imagen divina, una participación en el poder creativo de Dios.

El obispo Barron enfatiza que el trabajo no es simplemente un producto o un castigo del Pecado Original, sino una parte intrínseca de nuestra identidad humana. A través del trabajo, empleamos nuestra creatividad, intelecto y habilidades físicas para llevar a cabo cambios positivos en el mundo. Así como Dios no compite con nosotros, sino que nos invita a participar en Su creatividad, nuestro trabajo se convierte en un canal a través del cual colaboramos en la continua creación de Dios. Incluso la Santa Misa hace referencia al trabajo cuando se nos llama a "salir, la Misa ha terminado", lo que significa que todo lo que hagamos debe estar tejido en la construcción del Reino de Dios. En esencia, el trabajo se convierte en un vehículo para la santificación, elevando lo ordinario a lo extraordinario.

La Enseñanza Social Católica ha sido durante mucho tiempo defensora de los derechos y la dignidad de los trabajadores. La encíclica del Papa León XIII, "Rerum Novarum", abordó la explotación de los trabajadores en medio de la Revolución Industrial, abogando por salarios justos, condiciones de trabajo humanas y la formación de sindicatos. El énfasis de la Iglesia en la subsidiariedad y el control local se extiende más allá de la política, permeando en el ámbito económico. Esta perspectiva valora la contribución individual del trabajador y destaca la importancia de fomentar un sentido de comunidad en el lugar de trabajo.

Figuras prominentes en la tradición católica, como Dorothy Day y San Josemaría Escrivá, ofrecen perspectivas sobre la dimensión espiritual del trabajo. El viaje de Dorothy Day desde simpatías radicales hasta el catolicismo destaca el compromiso de la Iglesia en defender los derechos de los trabajadores mientras rechaza los extremos de las ideologías. Por otro lado, el Opus Dei de San Josemaría Escrivá enfatiza la santificación de la vida ordinaria, incluido el trabajo, como un medio para encontrarse con Dios. Ambas perspectivas subrayan la integración de la fe y el trabajo, permitiéndonos encontrar la presencia de Dios incluso en las tareas más mundanas.

Mientras conmemoramos el Día del Trabajo, reflexionemos sobre el regalo del trabajo como un aspecto fundamental de nuestra naturaleza humana y un medio para glorificar a Dios. Las perspicacias del obispo Barron, entrelazadas con la Enseñanza Social Católica y las experiencias de figuras como Dorothy Day y San Josemaría Escrivá, nos recuerdan que el trabajo no es simplemente una forma de ganarse la vida, sino una manera de cumplir nuestro llamado divino como co-creadores y santificadores del mundo. Enfoquemos nuestro trabajo con un renovado sentido de propósito y veámoslo como una oportunidad para efectuar cambios positivos y encontrar lo sagrado en lo cotidiano.

Por Ricardo Valdez, Director de Evangelización